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mayo 13, 2025 1:57 pm

¿Dónde están las automotoras en RM?

El auge del sector ha estado impulsado por la llegada de nuevas marcas, el aumento de la demanda por vehículos eléctricos y un fuerte repunte tras la pandemia.

Por: Equipo Mercados Inmobiliarios

El mercado automotor de la capital chilena ha experimentado una expansión sostenida en los últimos cinco años.

Así lo revela un catastro elaborado por la consultora inmobiliaria Colliers, que cifra en un 54% el incremento de los puntos de venta de automotoras en la Región Metropolitana desde 2019, pasando de 170 a 263 locales distribuidos en distintas comunas del Gran Santiago.

«Esto supone una expansión promedio anual cercana al 10%», señala José Agustín Segura, jefe del Área de Inteligencia de Negocios de Colliers. La pandemia, reconoce, tuvo un impacto negativo en 2020, con una caída del 9% respecto al año anterior.

No obstante, el sector mostró una capacidad de recuperación notable: en 2021 repuntó un 16%, en 2022 escaló un 28% y en 2023 avanzó un 9% adicional. Para 2024, las estimaciones apuntan a un crecimiento del 5%.

El informe de Colliers detalla además la distribución geográfica de los puntos de venta. La comuna de Santiago lidera con el 26,8% del total, equivalente a 67 locales. Le siguen Las Condes (9,2%), Maipú (6%), Providencia y Lo Barnechea (ambas con 5,6%) y Vitacura (5,2%). Comunas como La Florida (3,6%), La Reina (3,2%), La Cisterna, Colina y Huechuraba (cada una con 2,8%) también figuran en el mapa de expansión.

“El mercado automotor ha resistido bien los embates económicos de los últimos años y ha sabido renovarse”, subraya Segura. Según el ejecutivo, parte de este crecimiento se explica por el ingreso de nuevas marcas al país y por una diversificación del parque vehicular: «El alza en la demanda por autos eléctricos, híbridos y de lujo ha sido clave en este proceso».

Aunque las cifras invitan al optimismo, desde Colliers advierten que la evolución futura del sector dependerá de una serie de factores macroeconómicos.

“La expansión podría continuar, pero estará condicionada por elementos como el crecimiento del PIB, la inflación y las tasas de interés, variables que inciden directamente en la capacidad de compra de los consumidores”, concluye el informe.

Sin casa, hinchas ni futuro: la fractura social de los estadios en Chile

En Chile, los estadios de fútbol dejaron de ser espacios públicos para transformarse en símbolos del abandono. Lo que antes eran verdaderas ágoras modernas, puntos de encuentro comunitario y centros de identidad barrial, hoy son estructuras deterioradas, clausuradas o directamente inexistentes. Y el problema no es técnico, es social.

No es solo que falten estadios: falta visión. Falta voluntad política. Falta una política urbana y deportiva que entienda que el estadio no es solo una cancha con graderías. Es un espacio de construcción de ciudadanía, un lugar de cohesión y pertenencia.

Cuando un club no tiene casa propia —como le ocurre hoy a la mayoría en Santiago—, se rompe un vínculo esencial entre el equipo, su comunidad y el entorno urbano.

Santiago, con más de siete millones de habitantes, no puede seguir funcionando como una ciudad que relega el fútbol a un segundo plano, como si se tratara de un entretenimiento prescindible. Hoy, solo tres clubes capitalinos cuentan con estadios habilitados.

El resto vaga de cancha en cancha, desplazando a sus hinchas, desconectando generaciones y forzando a las instituciones a arrendar recintos bajo condiciones cada vez más precarias.

La situación del Estadio Santa Laura, recientemente clausurado por problemas en su superficie de juego, es un síntoma más de esta crisis estructural.

Pero el caso más paradigmático sigue siendo el de Universidad de Chile, uno de los clubes más populares del país, que jamás ha tenido un estadio propio. El sueño de construir uno fue sepultado hace décadas, y con él, la posibilidad de que sus hinchas construyeran un espacio identitario.

Los estadios abandonados o mal gestionados no solo empobrecen al fútbol: empobrecen a la ciudad. Se pierde espacio público, se desvanece la cultura local, se erosiona el tejido social.

En muchas comunas, la falta de un estadio operativo equivale a perder el único punto de encuentro masivo que podía convocar a miles de personas sin distinción de clase, edad o ideología.

Chile necesita una nueva mirada. Una que entienda que el estadio es parte del ecosistema urbano y no una anomalía dentro de él. Que reconozca que invertir en estadios no es malgastar recursos, sino fortalecer la vida comunitaria, generar polos de desarrollo, dar trabajo, atraer turismo y reducir brechas.

Que se puede —y se debe— planificar su integración con el transporte, el comercio y el espacio público.

Mientras no lo hagamos, seguiremos viendo a clubes desplazados, hinchas sin tribunas, comunas sin identidad y ciudades que olvidaron que, muchas veces, el fútbol no era solo un deporte: era lo único que unía.

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