Señor Director:
Hoy, hacer filas en notarías, imprimir, fotocopiar y pagar solo para estampar una firma representa una ineficiencia que Chile puede superar. Contamos con la tecnología, el marco normativo y los proveedores certificados para avanzar hacia un ecosistema digital robusto en beneficio de las personas. Aun así, miles siguen destinando tiempo y dinero a trámites presenciales que podrían resolverse en minutos gracias a la firma electrónica avanzada.
Esta herramienta, reconocida legalmente hace más de una década y utilizada a diario, es sinónimo de eficiencia, transparencia y respeto por el tiempo de todos. Cumple con altos estándares de seguridad y permite garantizar identidad, integridad y trazabilidad, de forma accesible y confiable.
Sus beneficios son evidentes: ahorro de costos, mayor productividad, eliminación de barreras geográficas y reducción del uso de papel, lo que también la convierte en un aporte concreto a la sostenibilidad. En la actualidad, la firma digital no es un lujo y mucho menos una tendencia pasajera, por lo que el retraso en su aceptación lleva a cuestionarse los motivos; una reciente investigación de CIPER evidencia resistencias que, más que técnicas, parecen responder a intereses creados.
No podemos seguir validando modalidades anticuadas, que reflejan una resistencia al progreso e impiden la incorporación de tecnologías que democratizan el acceso a servicios. En esta situación sorprende que, teniendo la tecnología, la regulación y la experiencia para avanzar, las principales barreras sigan siendo más culturales que técnicas. La lentitud en la adopción de soluciones digitales no se condice con el nivel de desarrollo y modernización que Chile está en condiciones de alcanzar.
Rodrigo Mortara Gerente General de Despapeliza