Por: Renato Herrera Lagos, fundador y editor de Mercados Inmobiliarios
En Chile, la vivienda propia no es solo un sueño, sino también una forma de seguridad y estabilidad para millas de familias. Sin embargo, en los últimos años, el acceso al crédito hipotecario se ha convertido en un desafío cada vez mayor.
Las altas tasas de interés, las crecientes exigencias de ahorro previo y la inestabilidad económica han creado un escenario donde el anhelo de la casa propia parece más lejano que nunca.
El problema no solo afecta a los individuos, sino también al desarrollo económico del país. Si queremos construir una sociedad más inclusiva y con igualdad de oportunidades, es fundamental que los bancos jueguen un rol más activo en facilitar este acceso, ajustándose a la realidad de las familias chilenas.
Pero, ¿Cuáles son los retos actuales del sistema hipotecario e Chile? Sabemos que la pregunta es amplia ya que, en los últimos años, los cambios macroeconómicos han provocado un encarecimiento de los créditos hipotecarios en Chile.
Según expertos, el aumento de las tasas de interés, impulsado por el alza de la inflación y las políticas monetarias restrictivas, ha elevado los costos de financiamiento para las familias. A esto se suma el aumento de los precios de las viviendas, particularmente en áreas urbanas como Santiago, donde los valores superan las capacidades de ahorro de la mayoría de las familias jóvenes.
Por otro lado, los bancos han endurecido las condiciones de acceso, exigiendo un mayor pie inicial, usualmente entre el 20% y 30% del valor de la propiedad. Para muchas personas, este ahorro inicial representa un obstáculo casi infranqueable. Según informes recientes, un porcentaje importante de los chilenos tarda más de 10 años en reunir el monto necesario para acceder a un crédito hipotecario.
Respecto a las acciones que los bancos pueden implementar para impulsar el desarrollo de nuevos inversionistas, ante este panorama, las instituciones financieras tienen la oportunidad —y la responsabilidad— de reformular sus políticas y productos para adaptarse a las necesidades reales del mercado.
Como Mercados Inmobiliarios, presentamos algunas medidas concretas que podrían marcar la diferencia:
Reducir las Barreras de Entrada: Los bancos podrían ofrecer productos hipotecarios que financien un porcentaje mayor del valor de la vivienda, como el 90% o incluso el 95%, para reducir la carga del pie inicial. Aunque esto implicaría un mayor riesgo para las instituciones, mecanismos como seguros de crédito hipotecario podrían mitigar esta exposición.
Promover tasas de interés mixtas o más competitivas: Implementar esquemas de tasas mixtas, donde el cliente comienza con una tasa fija por un período inicial y luego pase a una tasa variable, puede otorgar estabilidad en los primeros años, cuando las familias enfrentan mayores gastos asociados al inicio de una hipoteca.
Incorporar Soluciones Flexibles para Grupos Específicos: Crear productos personalizados para segmentos como jóvenes profesionales, emprendedores o familias monoparentales. Esto incluiría considerar ingresos variables o permitir el uso de subsidios estatales como parte del pastel.
Ampliar los Plazos de Pago: Actualmente, los plazos de financiamiento suelen ser de 20 a 30 años. Extender estos términos a 35 o incluso 40 años, como se hace en otros países, podría reducir considerablemente el monto de las cuotas mensuales, haciéndolas más grandes.
Fomentar el arriendo con opción de compra: Este modelo, ampliamente utilizado en países europeos, permite que las familias arrienden una vivienda mientras destinan parte del pago mensual a la futura compra de la propiedad. Es una solución ideal para quienes no cuentan con el pie inicial necesario.
El Rol del Estado en la Colaboración con los Bancos
Aunque los bancos tienen un rol crucial, no pueden actuar solos. Es necesario que el Estado colabore con las instituciones financieras para generar un entorno más favorable. Entre las medidas que podrían implementarse destacan ampliar los programas de subsidios habitacionales para cubrir un porcentaje mayor del pie inicial, establecer un fondo de garantía estatal que reduzca el riesgo de los bancos al otorgar créditos a familias con menor capacidad de ahorro y promover un marco regulatorio que fomente la competencia entre bancos, obligándolos a ofrecer mejores condiciones para los consumidores.
Finalmente, los bancos deben entender que facilitar el acceso a la vivienda no es solo una oportunidad de negocio, sino también una forma de contribuir al desarrollo social y económico de Chile. Cada vivienda financiada no solo representa un cliente satisfecho, sino también una familia que ha logrado estabilidad, seguridad y esperanza para el futuro.
El compromiso no debe quedarse en el discurso. Los bancos tienen las herramientas, el conocimiento y los recursos para ser agentes de cambio en un momento donde muchas familias ven el acceso a la vivienda como un sueño inalcanzable. Es hora de actuar con valentía, innovación y, sobre todo, con la humanidad.
En un país donde la desigualdad sigue siendo un desafío, el acceso a la vivienda no puede ser un privilegio. Es un derecho que debe estar al alcance de todos, y los bancos tienen un papel fundamental en hacerlo realidad.