Luego de años marcados por la desaceleración, la inflación y el encarecimiento del crédito hipotecario, el mercado inmobiliario chileno comienza a mostrar señales de reactivación. Sin embargo, estas señales conviven con una sensación de inestabilidad estructural, donde factores como la baja en la demanda efectiva, el endurecimiento normativo y el costo de la construcción siguen presionando al sector.
Durante el primer trimestre de 2025, diversas consultoras han registrado un aumento en la oferta de proyectos, especialmente en comunas periféricas de la Región Metropolitana como Lampa, Padre Hurtado, Quilicura y Buin. Allí, las inmobiliarias están apostando por unidades más pequeñas, con mayor eficiencia energética y dirigidas a segmentos jóvenes que hoy se enfrentan a un arriendo desbordado. La vivienda en arriendo, de hecho, ha pasado de ser una transición a convertirse en destino para una generación entera.
Pero el problema es más profundo: la brecha entre lo que se construye y lo que las personas pueden pagar sigue siendo inmensa. Aunque los precios han comenzado a moderarse, la baja es insuficiente frente a ingresos familiares estancados y tasas de interés hipotecarias que, si bien han retrocedido levemente, siguen siendo altas para muchas familias.
El mercado también está viendo cómo cambian las prioridades de los compradores. Hoy se valoran más los espacios compartidos, la conexión con el transporte público, la sostenibilidad y la seguridad barrial. Este cambio de enfoque obliga al sector a repensar el tipo de ciudad que está construyendo. ¿Queremos seguir extendiendo el límite urbano o densificar con sentido? La pregunta no es menor.
Por otro lado, la reciente reactivación de políticas públicas como el Subsidio DS1, junto a planes municipales de densificación equilibrada, parecen abrir una ventana para la vivienda social y de clase media, históricamente desplazada de zonas con mejor conectividad. Sin embargo, la tramitación de permisos, los cambios normativos en los Planes Reguladores y la incertidumbre política en torno a la planificación urbana siguen frenando los avances reales.
Chile necesita más que cifras de venta. Necesita una visión de ciudad. Y eso implica asumir que el acceso a la vivienda no puede seguir siendo solo un problema del mercado. Es una discusión estructural, donde debe participar el Estado, los municipios, las inmobiliarias y, sobre todo, la ciudadanía.
El momento es ahora. La reactivación del mercado no debe significar repetir los errores del pasado, sino construir ciudades más justas, accesibles y sostenibles. Que la próxima crisis —porque vendrá— nos encuentre con algo más que balances y torres: con comunidad, con visión y con respuestas.