Por: Joan Dagá Kunze, Director Investment Banking Vector Capital
La reciente caída del 43% en la inversión chilena en startups y del 73% en el número de rondas durante 2024 en comparación con 2023, según el reporte de la Asociación Chilena de Venture Capital (ACVC), es un fuerte llamado de atención para el ecosistema emprendedor del país. Esta disminución resulta aún más preocupante si se contrasta con el incremento del 30% en la inversión de venture capital en Latinoamérica y el alza del 5% a nivel mundial en el mismo periodo. Chile, que alguna vez lideró la innovación en la región, enfrenta ahora el desafío de recuperar el terreno perdido.
Diversos factores han contribuido a esta desaceleración. Los datos de la Encuesta de Percepciones de Negocios (EPN) reflejan un ambiente empresarial marcado por restricciones y pesimismo. El módulo D de la encuesta, que analiza las condiciones crediticias y financieras de las empresas, muestra que una parte significativa de los negocios percibe que las condiciones crediticias han empeorado en los últimos meses. Altas tasas de interés, mayor escrutinio bancario y un costo de capital más elevado han puesto freno a la financiación de proyectos emergentes, lo que afecta especialmente a las startups, cuya supervivencia depende en gran medida del acceso al capital.
Adicionalmente, los empresarios han adoptado un enfoque más conservador respecto al futuro. En el módulo E, una proporción significativa de las empresas expresó inseguridad sobre sus planes de inversión en 2025. Este panorama refuerza la idea de que no solo las startups, sino también empresas más consolidadas, están limitando su exposición al riesgo en un contexto económico incierto. Esto se traduce a un cambio en el comportamiento del capital de riesgo, que ahora parece más orientado hacia sectores consolidados o proyectos con retornos más predecibles.
Es crucial reconocer que, aunque el talento emprendedor en Chile es indiscutible, la creación de nuevas startups ha disminuido en los últimos meses. Este fenómeno podría estar relacionado con desafíos estructurales, como la presión sobre los costos y el manejo de inventarios. Estas dificultades, reportadas en el módulo F, afectan directamente la capacidad de las startups para escalar, pues muchas deben priorizar la rentabilidad en lugar de la expansión, limitando su atractivo para los inversionistas.
A pesar de este escenario, existen luces de esperanza. Sectores como greentech y cleantech han demostrado resiliencia, capturando el 43% de las inversiones en 2024. Esto es una señal positiva que muestra cómo Chile puede posicionarse en mercados globales con alta demanda por soluciones sostenibles. Sin embargo, para maximizar este potencial, será necesario un entorno más estable y dinámico que facilite la innovación.
De cara a 2025, las perspectivas apuntan a una recuperación gradual. Expertos proyectan un repunte en los montos y rondas de inversión, con cifras que podrían alcanzar entre USD 800 millones y USD 1.000 millones, acercándose a los niveles de 2023. Este optimismo se basa en la disponibilidad de fondos locales aún no desplegados y en la maduración del ecosistema chileno. Sin embargo, este rebote dependerá de factores clave, como una mayor certidumbre regulatoria, políticas públicas que impulsen el acceso al capital y el fortalecimiento de sectores estratégicos como el tecnológico y el energético.
Hacia el 2030, Chile puede posicionarse como un líder regional en innovación y emprendimiento mediante la adopción de estrategias probadas en ecosistemas exitosos como los de Israel, Singapur y Estonia. Estos países han priorizado políticas públicas claras y estables para fomentar el crecimiento del capital de riesgo, con incentivos fiscales específicos para startups en sectores estratégicos como tecnología limpia, biotecnología y digitalización. Por ejemplo, Israel implementó el programa Yozma, que atrajo capital extranjero al cofinanciar fondos de venture capital locales, generando un impacto transformador en su ecosistema.
Además, Chile podría replicar las iniciativas de Estonia para la digitalización empresarial, donde una infraestructura gubernamental eficiente y el uso de plataformas digitales como la e-Residency han simplificado la creación de empresas y su conexión con mercados globales.
Para lograrlo, es fundamental combinar estos aprendizajes con acciones locales: fortalecer la educación en habilidades tecnológicas y de negocios, fomentar la colaboración entre universidades y empresas, y garantizar una regulación que promueva la innovación mientras reduce incertidumbres. Con una visión integral y sostenida, Chile no solo podrá revitalizar su ecosistema emprendedor, sino también construir una economía diversificada, resiliente y competitiva en el escenario global.