Chilcorrofín, una marca con más de 90 años en el mercado chileno, entrega recomendaciones prácticas —y precisas— para proteger el alma azul de los condominios: la piscina.
Por: Equipo Mercados Inmobiliarios
Por fuera, el agua puede parecer quieta. Pero bajo la superficie, cada molécula cuenta. La pintura que recubre una piscina no solo le da color: protege, sella, resiste. Y como toda armadura, requiere cuidados constantes. En los condominios, donde el uso colectivo impone sus propias reglas, este desafío adquiere una dimensión técnica y estética que no conviene subestimar.
Vicente Benavides, gerente de marca de Chilcorrofín —una firma chilena especializada en pinturas y revestimientos de alto desempeño, parte del grupo Codelpa— lo resume con claridad: “Una piscina bien mantenida no solo se ve mejor. Dura más”. Y en ese “ver y durar” se juega el equilibrio entre belleza y funcionalidad.
Tres pilares para una superficie impecable
El mantenimiento de una piscina pintada no es asunto de temporada, sino de constancia. Benavides sugiere poner atención en tres aspectos esenciales: la limpieza, el control químico del agua y el uso correcto de los sistemas de filtrado.
En lo cotidiano, esto se traduce en acciones concretas. El aspirado regular, al menos dos veces al mes, impide que hojas, insectos y otros residuos se acumulen y manchen la superficie. Los cepillos, de ser usados, deben ser de cerdas suaves. “La limpieza no es solo estética, es preventiva”, apunta el experto.
Pero la química también habla. Y hay que escucharla. Medir el pH y el nivel de cloro —dos veces por semana en temporada alta— es una rutina que evita daños mayores. Un pH por debajo de lo recomendable puede erosionar la pintura; uno demasiado alto genera depósitos calcáreos que la opacan. El rango ideal: entre 7,2 y 7,6.
Y sobre el cloro, una advertencia: nunca en contacto directo con la superficie. Para eso están los flotadores. Demasiado cloro y la pintura envejece antes de tiempo; muy poco, y las algas se instalan sin pedir permiso.
El invierno no es excusa
Cuando el calor se va, y con él los bañistas, la piscina permanece. Silenciosa. Pero su cuidado debe continuar. “El error común es pensar que en invierno no pasa nada”, dice Benavides. “Y pasa: los rayos UV siguen actuando, las condiciones químicas del agua cambian, y el abandono deja huella”.
Las recomendaciones son claras. No vaciar la piscina, salvo que sea estrictamente necesario. Cubrirla con una lona opaca. Aplicar alguicidas de larga duración. Y seguir controlando pH y cloro, al menos una vez al mes. Porque la pintura también reposa, pero no olvida.
La experiencia acumulada de Chilcorrofín, con más de nueve décadas en el desarrollo de soluciones para superficies exigentes, revela un principio simple pero potente: las pinturas de alto desempeño requieren usuarios informados. “La aplicación correcta y el mantenimiento oportuno marcan la diferencia”, sostiene Benavides. “Por eso promovemos el uso responsable, siempre respaldado por fichas técnicas y asesoría profesional”.
En tiempos donde la eficiencia energética, el diseño y la sostenibilidad se cruzan en cada rincón de un edificio, la piscina —ese lujo compartido— también pide atención. Cuidar su pintura no es solo un gesto de mantenimiento. Es, en el fondo, una forma de cuidar la experiencia colectiva del verano… y también del invierno.