El auge vertiginoso de los arriendos de corto plazo en Santiago Centro ha comenzado a mostrar signos de saturación.
Por: Equipo Mercados Inmobiliarios
Según cifras recientes entregadas por HOM Group, uno de los principales administradores de propiedades para renta diaria en Chile, la tarifa promedio por noche ha experimentado una caída del 15% en los últimos doce meses, bajando de $37.900 a $33.300. Más alarmante aún: la tasa de ocupación mensual promedio se mantiene en un magro 46,4%, por debajo del umbral de equilibrio económico.
Impulsado por una creciente preferencia de turistas —tanto nacionales como extranjeros— por alojamientos amoblados, bien ubicados y flexibles, el mercado de arriendos de corta duración ha crecido en forma acelerada. El número de propiedades disponibles en plataformas como Airbnb se disparó de 60.209 en 2022 a 108.020 en 2024, un incremento del 79%, según un estudio del mismo grupo.
El Gran Santiago, y particularmente su centro, se ha convertido en epicentro de esta expansión. “Este liderazgo responde no solo a la oferta, sino también a la demanda de profesionales en tránsito, pacientes en tratamientos médicos prolongados y turistas que buscan mayor autonomía”, señaló Cristián Waidele, CEO de HOM Group.
Pero la bonanza tiene un lado oscuro. Una zona en particular —el cuadrante entre Curicó y 10 de Julio, delimitado por Vicuña Mackenna y la Ruta 5— ha evidenciado una duplicación de su inventario en apenas un año: de 640 unidades activas a más de 1.200 en mayo. “El problema es que la demanda no ha acompañado ese crecimiento”, advirtió Waidele.
El fenómeno, explican desde HOM Group a partir de datos de AirDNA, responde a una política urbanística que permitió una alta densificación. Numerosos edificios fueron construidos y vendidos casi en su totalidad a inversionistas, no residentes. En algunos casos, hasta el 90% de las unidades fueron adquiridas con el objetivo explícito de arriendo por día.
“El modelo de renta corta fue vendido como una fórmula infalible para cubrir dividendos, pero su éxito está estrictamente ligado a la ubicación”, precisó Waidele. “Si nadie vive ahí y nadie quiere quedarse más de una noche, competir contra miles de propiedades similares se vuelve inviable.”
Los datos refuerzan esta visión: algunas propiedades en la zona sur de Santiago apenas registraron tres noches de ocupación en abril —una tasa de solo 10%. Los ingresos brutos, incluyendo limpieza, promediaron $483.000 mensuales. Tras descontar gastos de aseo, comunes y servicios básicos, el saldo neto cae por debajo del que ofrece una renta tradicional.
Y las perspectivas no mejoran. Las reservas anticipadas para septiembre muestran un precio promedio aún menor: $29.000 por noche, con limpieza incluida.
En contraste, zonas con infraestructura urbana consolidada como Lastarria, Monjitas o incluso nuevos polos del sector oriente como Estoril en Las Condes, exhiben un panorama completamente diferente. Ahí, la ocupación supera el 80% y los ingresos por propiedad triplican los de la zona sur. En Lastarria, por ejemplo, la tarifa promedio por noche subió de $44.600 a $47.300 en un año.
“Estos datos demuestran que la renta corta no es una solución mágica ni aplicable a cualquier barrio”, concluyó Waidele. “La rentabilidad existe, sí, pero en lugares donde la gente efectivamente quiere quedarse.”