Por: Tracy Dustan, Commercial Manager y Real Estate Technology Bheed
Mientras el mundo juega a la ruleta geopolítica con potencias armadas hasta los dientes, en Chile seguimos con la fe puesta en que los conflictos internacionales no cruzan la cordillera. Total, estamos lejos, no tenemos ejército para meternos, y siempre podemos decir que somos neutrales. Pero aunque la guerra no sea acá, hay algo que sí nos va a explotar en la cara: el mercado inmobiliario.
Porque sí, aunque suene exagerado, basta con que se encienda la palabra “guerra” para que el dólar salte, el petróleo se dispare, y todos los proyectos que estaban “por lanzar” entren directo al congelador. No hace falta que caiga una bomba para que caiga tu tasa hipotecaria. Solo basta un titular.
El dólar sube, la UF se entusiasma, los materiales importados se encarecen, y las constructoras hacen lo que saben hacer: ajustan. Pero no su margen, obvio. Ajustan el precio al comprador. Y tú, que estabas viendo un departamento en verde para invertir, ahora estás viendo si te alcanza para cambiar la alfombra de tu arriendo.
El Banco Central, que hasta hace una semana parecía dispuesto a enamorarse de la baja de tasas, ahora vuelve a la vieja relación tóxica con la inflación externa. Porque claro, si se enciende el conflicto afuera, se recalienta la economía adentro. Y adiós a los hipotecarios “blandos”, hola de nuevo a los simuladores que dan ganas de llorar.
En paralelo, los inversionistas chicos (esos que antes compraban en blanco como quien se compra un iPhone en oferta están mirando todo esto con el ceño fruncido. Porque invertir hoy no parece una jugada brillante, sino un acto de fe. Fe en que el dólar baje, en que la tasa no suba más, en que el proyecto se construya a tiempo, y en que el arriendo alcance para cubrir algo más que la frustración.
Y los fondos grandes, que antes le hacían ojitos a Latinoamérica, ahora están en modo ghosting: congelan, observan, y se van con su plata a otro lado. Porque si hay algo que el capital no tolera es la incertidumbre… y últimamente, eso es lo único que tenemos garantizado.
Entonces sí, aunque todavía no estalle nada, el simple “podría haber guerra” ya le está metiendo ruido al metro cuadrado chileno. Porque este sector no se mueve con bombas, pero sí con miedo. Y hoy, el miedo tiene pasaporte global.
Así que si alguien todavía cree que los misiles en Medio Oriente no tienen nada que ver con la recepción final de ese edificio en Ñuñoa… invítalo a cotizar con el dólar a mil, la tasa al 6% y la constructora con cara de “vamos a tener que revisar el presupuesto”. Después me cuentas si sigue tan tranquilo.